Académico Rodrigo Castro: “La desaparición del futuro es, al mismo tiempo, la estrategia y el resultado de una manera de gobernar”
16 de octubre de 2023El profesor del Departamento de Filosofía y Sociedad de la Universidad Complutense de Madrid, Rodrigo Castro Orellana, llegó hasta la nuestra Universidad para ofrecer una reflexión sobre los procesos que caracterizan la temporalidad propia de las sociedades neoliberales.
Por Aracelly Bravo Saavedra
La destrucción neoliberal del futuro. Ese fue el nombre de la conferencia organizada por el Instituto de Teología y Estudios Religiosos (ITER) de la Universidad Alberto Hurtado y a cargo del profesor Rodrigo Castro Orellana, profesor titular y subdirector del Departamento de Filosofía y Sociedad de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.
La tarde el jueves 28 de septiembre el académico – especializado en filosofía contemporánea, filosofía política, pensamiento iberoamericano y estudios postcoloniales – entregó, ante un auditorio repleto, una reflexión sobre los procesos que caracterizan la temporalidad propia de las sociedades neoliberales.
Así, el académico se refirió a la construcción neoliberal del tiempo, que opera como ausencia de novedad y disolución de la percepción del futuro, haciendo que la experiencia de la aceleración coexista con la experiencia de la repetición y de un presente cada vez más lento. Estos procesos resultan inseparables de dinámicas de construcción del espacio, que operan como atmósferas generadoras de incertidumbre.
En lo que atañe al tiempo presente, el profesor dijo que se caracteriza por una paradoja: “Nuestro presente se caracteriza por una paradoja. Por una parte, el desarrollo de la tecnología nos permite acceder a formas de bienestar, de calidad de vida, que habrían sido insospechadas, sin lugar a dudas, hace un siglo atrás. Pero, por otro lado, la experiencia de incertidumbre y la sensación de volatilidad de todo lo que nos rodea, se ha incrementado extraordinariamente”.
“Nuestro presente podría definirse por el miedo y la perplejidad ante el porvenir. En este sentido, somos contemporáneos, es decir, compartimos una misma vivencia del tiempo que se caracteriza por la opacidad, la confusión, la amenaza”, advirtió el académico.
Sin embargo, continuó: “Esta experiencia del tiempo […] se trata del resultado de un complejo proceso histórico. El capitalismo actual se despliega, como una dinámica automática y descontrolada que poco tiene que ver con los sueños filosóficos modernos acerca de la historia como lugares de ejecución de un secreto plan de la naturaleza dirigido a la realización de las disposiciones racionales de la humanidad, escribió Kant”.
De esta manera, ideales como la democracia o la verdad se desmoronan, “como efecto del auge de nuevas formas espectaculares de autoritarismo o como fruto de una nueva y avasalladora centralidad de las imágenes y de las emociones. Todas las viejas
conquistas políticas de derechos parecen ahora ser reversibles”, profundizó Rodrigo Castro.
Por consiguiente, existe una carencia de vínculos y de conexiones sustantivas con los otros. “Así, cualquier densidad de la experiencia parece evaporarse en este mundo de individualidades entregadas al imperativo del sálvese quien pueda”.
El problema del futuro
“Mi hipótesis fundamental será que las lógicas de poder contemporáneas han destruido el futuro. No en el sentido de que no vaya a existir ningún mañana, sino en tanto que ya no somos capaces de imaginar”, sentenció el académico.
Por cierto, Rodrigo Castro se refirió al tiempo pasado: “Es indudable que hubo una época en el pasado donde veíamos el futuro con extraordinaria seguridad. De hecho, hasta bien entrado el siglo XX la modernidad se configura como un periodo caracterizado por impulsar la creencia en la existencia de un mañana que dará continuidad al presente”.
Así pues, “la expectativa fundamental que construye la modernidad tiene que ver con confiar en que el futuro supondrá la realización de una serie de aspiraciones, deseos y necesidades que saturan el presente”.
Pero la intensificación del proceso de aceleración, “trae consigo una desmaterialización del trabajo, que se focaliza cada vez más en la actividad semiótica, el manejo del lenguaje, la producción cognitiva, la interconexión”.
“El circuito productivo global ya no demanda un esfuerzo y una disponibilidad física del sujeto que pueda ser cuantificable a través del reloj, ahora exige una conectividad psíquica, inmediata, constante, continua y sin interrupciones. Se percibe al presente como un absoluto y al futuro como una opacidad. Ya no hay nada que podamos hacer”, reflexionó Rodrigo Castro.
En ese sentido, el profesor hizo hincapié en la actual trayectoria del capital, que “conduce a una crisis ecológica radical en la misma medida en que no creemos que haya una posibilidad de corrección. Todo ha llegado a estar tan acelerado, que nos parece que la opción de frenar se perdió hace mucho. Así, la dinámica expansiva del capital evidencia una tendencia a la devoración”.
“Un proceso autodestructivo, que paradójicamente está acompañado de un cierto grado de lucidez. Tenemos certeza de que todo se dirige a la catástrofe y, por otro lado, estamos persuadidos que no existe posibilidad alguna de que surja otro modo de vida radicalmente distinto”, resaltó Rodrigo.
Además, enfatizó: “La aceleración ha modelado una subjetividad que se hunde en la profundidad de un ahora indefinido, carente de toda confianza respecto a la existencia del futuro”.
“En mi opinión”, analizó el académico, “la desaparición del futuro es, al mismo tiempo, la estrategia y el resultado de una manera de gobernar”.